Distopística: la hidra y la tormenta que viene. Narrativas de futuro en el zapatismo1

    Recepción: 26 de septiembre de 2019

    Aceptación: 24 de febrero de 2020

    Resumen

    El Movimiento zapatista ha desarrollado un discurso explícito sobre el tiempo, discurso que llega a radicalizarse hasta el deseo de reconfigurarlo en una rebelión efectuada desde la resistencia. En este artículo, desde el análisis crítico del discurso (acd), se abordan las narrativas de futuro en el zapatismo, particularmente las narrativas suscritas en las alegorías de la hidra y la tormenta que viene. Se propone el concepto de distopística para destacar la factibilidad y evaluación racional de escenarios posibles de lo socialmente fallido.

    Palabras claves: , , ,

    Dystopistics: the hydra and the coming storm. Narratives of the future in zapatismo

    The zapatista movement has developed an explicit discourse about time, which gets radicalized to the point its reconfiguration into a rebellion carried out from the resistance is desired. This article, from the Critical Analysis of Discourse (cad), will address the narratives of the future in zapatismo, particularly, the narratives endorsed in the Hydra and the Coming Storm allegory. The concept of dystopistics is proposed to highlight the feasibility and rational evaluation of possible scenarios of the socially unsuccessful.

    Keywords: Temporality, zapatismo, future, dystopistics.


    Introducción

    ¿Puede el futuro imaginarse y eclosionar de maneras distintas? La pregunta cartesiana sobre el arreglo del mundo y sobre si éste es el mejor de los mundos posibles se hace hoy particularmente necesaria frente al predominio global de la configuración hegemónica temporal capitalista y las evidencias de un inminente colapso planetario: ¿cómo podríamos arreglar el mundo?, ¿revolucionarlo desde un enfoque temporal? Arreglarlo como reparación, como ordenamiento y como reorientación ontológica de nuestro lugar en él. Arreglarlo desde las coordenadas fundamentales de su cimentación, es decir, desde el espacio y el tiempo. La temporalidad (tiempo como construcción social) es constitutiva de lo social-histórico. Para Norbert Elias (1989), la percepción y vivencia del tiempo se va construyendo socioculturalmente. Este proceso implica la coordinación de ritmos que hacen posibles los lazos sociales, las prácticas colectivas y el grado y tipo de relaciones intersubjetivas. No puede haber investigación ni reflexión de lo social sin cronología y no hay cronología neutra. Las narrativas zapatistas sobre el tiempo y el futuro advierten de un inminente colapso ambiental a escala planetaria, y también, dialécticamente, del presente como punto de inflexión para una rebelión expresada en la formulación “Ya basta”.

    Para comprender la configuración temporal zapatista se parte de una aproximación bidimensional del tiempo propuesta por Guadalupe Valencia (2009): cronos como medida y kairos como experiencia subjetiva. Es decir, de un tiempo cronológico que a su vez está cargado de sentido, de intención, de subjetividad, de memoria y de futuro construidos socialmente. Se acude al concepto de campo temporal (Valencia, 2009) en el que el tiempo se caracteriza como red de intencionalidades en la que se tensionan: 1) escala y repetición, 2) cambio y permanencia, 3) instante y duración.

    El zapatismo ha desarrollado un discurso explícito y sistemático sobre el tiempo. Sus acciones desde el levantamiento armado en 1994 han sido marcadores y significantes de lo temporal. Olvido, memoria y un futuro retrotraído en la acción presente aparecen como reformulación creativa de las iteraciones pasado-presente-futuro (Kosellek, 1993).

    El acercamiento metodológico que aquí se propone es el del análisis crítico del discurso (acd), mediante el cual se examinó el corpus2 constituido por los tres volúmenes del texto “El pensamiento crítico frente a la hidra capitalista” (ezln, 2015a, 2015b, 2015c).

    ¿Por qué el corpus constituido por los tres volúmenes de “El pensamiento crítico frente a la hidra capitalista” desde el temporalidad, zapatismo, futuro, distopística?

    Porque el movimiento zapatista se ha caracterizado tanto en su desarrollo como en la articulación de su imaginario de futuro por el uso táctico de la palabra y los silencios (Velasco, 2003). El zapatismo ha generado un vasto “universo simbólico” que desde una performatividad comunicacional ha empleado como recurso de lucha. El discurso del zapatismo es un discurso polifónico3 que puede analizarse mediante la potencia heurística del análisis crítico del discurso (acd) y revelar así complejos tramados de sentido y sus correspondientes opacidades en confrontación con sus prácticas.

    Quiero señalar la pertinencia del método del acd en los estudios sobre temporalidad. Según Ricoeur (2004: 115), a propósito de tiempo y narración, “el tiempo se hace tiempo humano en la medida en que se articula en un modo narrativo, y la narración alcanza su plena significación cuando se convierte en una condición de la existencia temporal”. La noción de narrativa(s) se entiende como un complejo proceso de mediación entre la acción (o la prefiguración del discurso) y el momento de la recepción o la refiguración necesaria para dar cuenta del proceso de construcción de las prácticas y los imaginarios de ordenamiento social del zapatismo. Las narrativas no son una réplica de la acción, sino la construcción (sintética, sedimentada y “filtrada”) de una trama previa que se articula en un complejo entramado de posibilidades e intencionalidades y que, a su vez, pasará por un proceso receptivo de (re)configuración. En otras palabras, el tiempo se convierte en temporalidad sociocultural en la medida en que se articula de un cierto modo narrativo.

    De manera preliminar se anotan cuatro características del discurso zapatista: a) es dispositivo de innovación discursiva (lenguaje creativo abundante en metáforas y neologismos) y tradición oral (como característica de los pueblos indígenas, instrumento para la resistencia y medio de trasmisión en asambleas, seminarios, etc.); b) uso innovador de la web y las tics como plataformas y medios para el discurso; c) singularidad estilística del lenguaje y discurso (uso de la ironía, recursos literarios, etc.) del si Galeano, antes si Marcos, quien ha fungido como vocero y líder del ezln ; d) carácter polifónico y abierto del discurso (conjunto de voces que conforman “el zapatismo” y que interpelan antes que cerrar el discurso).

    El análisis del discurso (Brown y Yule, 1993) permite acercarse a la realidad societal, desde el lenguaje y su complejización semiótica, como productora y producto de sentido, como evidencia de un constructo ideológico o como expresión empírica de un sistema teórico por construir.

    El análisis del discurso presupone una forma dinámica de interpelación a los sujetos en el mundo y sus representaciones, en donde los lenguajes son más productores que descriptores del sujeto social y las sociedades en las que vive y se organiza.

    “El pensamiento crítico frente a la hidra capitalista” (ezln, 2015a) condensa en tres volúmenes las voces de los dirigentes zapatistas, de sus voceros y de sus “pensadores”; de académicos, periodistas, activistas, indígenas, mestizos; de hombres y mujeres de todo el mundo que simpatizan y/o “forman parte del zapatismo”. El corpus integra un conjunto polifónico de narrativas sobre la épica zapatista, sobre su configuración temporal, sus narrativas de futuro y su método: el pensamiento crítico.

    El acd, presupone un acercamiento multidisciplinario, en tanto que forma parte de un campo de estudio que se ha conformado a partir de otras disciplinas como la lingüística, la pragmática, la antropología, los estudios literarios, la narratología (cruce entre la ficción y lo factual), la semántica, la sociología, los estudios de comunicación oral, la filosofía del lenguaje y la etnometodología (especialmente con el estudio y uso de técnicas como el Análisis de la conversación).

    Para Gutiérrez (2004), dentro del análisis del discurso, la corriente del acd es la que posee un mayor carácter interdisciplinar, pues estudia, entre otras cosas, las interacciones ideológicas que se establecen entre los discursos, su situación contextual y las instituciones o los órdenes sociales en los que se enmarcan. “Los estudios a través del acd requieren un profundo conocimiento de estructuras y conceptos lingüísticos, así como un conocimiento de campos tan relevantes como la sociología, la antropología, la filosofía y la psicología” (Gutiérrez, 2004: 89).

    El análisis acd se describe como una labor analítica que rompe y descompone el texto para luego suturarlo y recomponerlo de nuevo, a fin de interpretarlo en un nivel hermenéutico. De manera complementaria, como parte de la pragmática del lenguaje, se realizó un acercamiento con herramientas propias de la etnografía en congresos y seminarios convocados por el Movimiento Zapatista y en una de sus comunidades, perteneciente al caracol4 de Oventik.

    Para el acercamiento pragmático del lenguaje, se echó mano de las técnicas de observación participante y conversaciones dialógicas,5 pues estas técnicas permiten conocer las condiciones, los agentes y el contexto en que se dan a conocer los discursos del corpus, que se presentan de manera oral y que, al ser recopilados e impresos, conservaron dicha característica en su estilo, lo que se presume importante en la construcción discursiva del zapatismo, según se aprecia 1) en la oralidad y las narrativas como ejercicios de construcción de la memoria, 2) como recurso expresivo y comunicativo de sus acciones, y 3) como ejercicio de imaginación política.

    Consideraciones sobre el acd

    Se abordó el discurso como un complejo sistema de códigos y unidades de sentido que incluye ideologías, narrativas contrapuestas, construcciones polifónicas,6 cultura, contextos, y dinámicas de la vida social (Manzano, 2005).

    Realizar un acd implica:

    1. Identificar los componentes que rodean al discurso, que hacen comprensible su contenido, su cometido y su efecto, como
      • el contexto histórico.
      • el contexto espaciotemporal (diacrónico y sincrónico).
      • el contexto situacional interactivo.
      • el contexto sociocultural.
      • el contexto cognitivo.
      • el tema explícito e implícito (la configuración temporal en la uz7).
      • los agentes implicados (quiénes lo generan, para quiénes, sobre qué y quiénes, qué relaciones de poder describen y cómo se insertan
        en ellas).
      • los constructos (qué objetos se están generando desde ese discurso, con qué finalidades y funciones).
    2. Entrar en su contenido denso:
      • Ideología (valores, actitudes, visión del mundo…).
      • Recursos lingüísticos (expresiones, metáforas…).
      • Argumentaciones (lógica, heurísticas, recursos…).
      • Técnicas de persuasión empleadas.
      • Propuestas de acción, implícitas y explícitas.
      • Estrategias de apoyo y legitimación (datos, expertos, tradición, redes, bases de apoyo…).
      • Tema y temáticas subsidiarias.
      • Medios y canales de gestación y difusión del discurso.
      • Código.
      • Formas y formatos del mensaje.
      • Cotextos.
    3. Generar un modelo completo sobre el discurso que considere la relación entre todos los elementos analizados, su génesis, su expresión y sus consecuencias.

    El acd trabaja con el párrafo, la oración y el enunciado como unidades mínimas. El foco del análisis radica en identificar y comprender cómo el texto vehicula ideas y significados que dan forma a los conocimientos y acciones de los receptores de la información.

    Para analizar un texto se precisa fragmentarlo, separar y clasificar sus componentes. Al hacerlo es importante no perder de vista las relaciones en torno al conjunto, sus relaciones con el contexto y las dinámicas presentes o potenciales de intertextualidad. La fragmentación del corpus ha transcurrido por la elaboración de conceptos clave que llevó a tres temas diferenciados (temporalidad [T]; distopística8 [D]; pensamiento crítico [P]) en el corpus y, a partir de ellos, unidades observables relativas a la configuración temporal y las narrativas de futuro.

    De los tres temas se extraen las siguientes categorías analíticas:

    1. Configuración temporal zapatista
    2. Futuro zapatista (utopística y distopística)
    3. Temporalidad hegemónica en el capitalismo contemporáneo (hidra capitalista)

    Los instrumentos utilizados:

    1. Análisis estructural del texto
    2. Diario de campo
    3. Diario de investigación
    4. Listados de items, detonadores, temas de conversación

    Las categorías analíticas fueron “deconstruidas” en los siguientes
    observables:

    1. Construcciones temáticas
    2. Metáforas
    3. Argumentaciones discursivas
    4. Narrativas
    5. Agentes
    6. Prácticas
    7. Objetivaciones (objetos e instituciones como agendas, asambleas, etc.)

    Utopía y distopía/utopística y distopística

    Al concepto de utopística de Wallerstein (1998), que supone un ideal orientador de construcción social cuya base es la factibilidad y resulta de un ajuste continuado entre lo realizable y lo deseable, hay que agregar el de distopía, y por oposición, el de distopística: un imaginario factible de lo socialmente fallido. En la actualidad, un imaginario de colapso social y ecológico de escala planetaria prospectado racionalmente y que se constata en la evidencia científica y empírica.

    Si se está de acuerdo con Wallerstein en que las utopías son mucho más cercanas a “ensoñaciones” que a proyectos susceptibles de convertirse en realidad, con las distopías sucede algo similar, aunque más que “ensoñaciones” estaríamos hablando de imaginarios del temor, de miedos irracionales o de espectros plasmados en narrativas de estéticas más o menos funestas, dramáticas o trágicas. Las distopías, como su contraparte, las utopías, son un tipo de narrativas mítico-religiosas, pero que, a diferencia de las segundas, eventualmente funcionan como advertencia moral, concreción absoluta del castigo, o “escenario” tropológico9 de lo fallido.

    La distopía si bien puede en determinadas condiciones conducir a la movilización política, se asume que lo hace más como advertencia desde el pathos que por motivos más racionales. En la premodernidad, el discurso mítico-religioso suele asumir el carácter del dualismo totalizante, y a partir de éste se establecen oposiciones entre el origen y destino anhelado o prometido (el paraíso, la eternidad, etc.) versus la pérdida (del mismo paraíso, la inocencia, el goce de los bienes naturales, etc.) o el destino temido (el castigo, el infierno, “la segunda muerte”, etcétera).

    Por tratarse de un tipo de imaginario espectral, desde la premodernidad hasta la actualidad en la modernidad tardía, la distopía ha resultado sumamente maleable para ser “concretada” en narrativas ad hoc a los discursos hegemónicos como medio de control y parálisis social.

    La distopía es una construcción narrativa en la que caben ideas, escenarios, sucesos y personajes que fungen de manera pedagógica como efectivos dispositivos de mantenimiento del orden social. Su función de advertencia suele conducir (en los discursos, pero también en las prácticas) a la vigilancia policial del Estado, a la administración de la violencia y al escrutinio moral. Aunque pareciera que su ambiente “natural” es el de la narrativa ficcional como en la literatura (Un mundo feliz, 1984, Naranja mecánica, etc.), la distopía mora también en los relatos orales, la leyenda, los silogismos populares, las narrativas de los proyectos políticos, las prospectivas económicas y, sobre todo, en las construcciones ideológicas totalizadoras.

    Pero la Distopística es otro asunto; se propone este concepto para designar una construcción narrativa articulada a partir de una evaluación seria de las problemáticas presentes e históricas. La Distopística implica un ejercicio analítico –y desde el zapatismo: crítico– de los factores que intervienen en la condición fallida de un sistema o constructo social. La Distopística, a diferencia de la distopía, puede resultar verdaderamente aterradora, pues en absoluto se trata de un espectro, sino una suerte de “antesala” de una catástrofe que aún no es plena en tiempo o espacio, pero cuya proximidad espacio-temporal se prevé inminente.

    La Distopística precisa de una evaluación sobria, racional y realista de los sistemas sociales humanos y sus limitaciones, así como de las posibilidades abiertas del ingenio y la equivocación humana. La Distopística no comunica el escenario de un futuro inevitable, pero sí el de un futuro de probables o plausibles (aunque inciertas) condiciones catastróficas. A diferencia de la narrativa apocalíptica (a la que más espaciadamente también acude el discurso zapatista), la distopística se distancia de la asociación “futuro-destino” y utiliza en su estructura argumentativa datos y evidencias que soportan sus afirmaciones, que, aunque funcionan como advertencias, son afirmaciones cuya intención es la acción y no la inmovilización.

    La crisis como elemento de la distopística

    La crisis es uno de los temas de la Distopística. La crisis temporalmente puede interpretarse como un punto de inflexión en un periodo histórico consecuencia de una pesada sedimentación de significados, o una concentración de rupturas acontecimentales que anuncian un resquebrajamiento o ruptura mayor. La identificación –y declaración– de una crisis no es sencilla, pues es una operación propia de la identificación de la contemporaneidad que requiere de un distanciamiento para elucidar lo próximo.

    Lo que estamos empezando a vivir/sufrir los pueblos no tiene nombre conocido. Estamos transitando de un mundo a otro mundo: del mundo unipolar a otro multipolar, del mundo centrado en Occidente a un mundo centrado en Oriente; de un mundo capitalista a un mundo poscapitalista que aún tenemos dificultad para visualizar (ezln, 2015c:228).

    El zapatismo establece la crisis en la marca discursiva del “¡Ya basta!” o de “la digna rabia”, pero su carácter transitivo e incierto impide solidificar –para bien (Utopística) y para mal (Distopística)– el futuro. Esta imposibilidad no exenta a los zapatistas de su papel de vigilantes en la posta de la cofa, de la que incluso advierten – y se advierten a sí mismos– del peligro de “dejar de ver”.

    “Dice el Sup Galeano que hay una catástrofe por venir. No lo creo porque es la catástrofe la que nos rodea. Impávidos la miramos” (ezln, 2015b: 64). Aquí, bajo el recurso retórico de un falso contradiscurso, se enfatiza la característica distopística de la tormenta.

    La fiebre no llegará el año que entra, el mes que entra o pronto, la fiebre ya empezó, la tormenta está aquí en las capas de hielo polares, en las células de nuestros cuerpos, en la selva, en el fondo del océano, en las nubes, en la planta de frijol, en el pollo, en la milpa (ezln, 2015b: 110).

    La tormenta se hace geografías distintas y también temporalidad objetivada, patente, visible. La humanidad vive una crisis civilizatoria:

    Un proceso de agotamiento de un modelo de organización económica, productiva y social… derivada de un sistema que hoy, a escala inimaginable en la historia, se sustenta y expande en la explotación y destrucción del trabajo y la naturaleza; y, en consecuencia, de la vida (ezln, 2015b: 113).

    La hidra: el capitalismo y el planeta en crisis o sobre un monstruo para comprender un imaginario

    Se trata éste de un momento crítico multifactorial de escala global. La tormenta que ya da sus primeros goterones es caracterizada en la hidra como “sistémica mundial” y espera el ezln una respuesta de tipo científica. “Por eso demandamos no sólo la definición de la tormenta, también queremos conocer su historia, cómo se originó, cómo ha sido su trayectoria, qué la alimenta” (ezln, 2015a: 288).

    El título del corpus alude a un monstruo mítico: la hidra. Un monstruo de siete cabezas cuya fortaleza es su descentramiento, su capacidad para generar dos cabezas cada que una le es cortada. En el mito, la hidra de Lerna era una despiadada serpiente acuática que además de sus mortíferas cabezas contaba con una respiración venenosa que la volvía aún más peligrosa. Su extraña capacidad regenerativa hacía imposible a cualquier humano o semidiós matarla.

    Pero Heracles-Yolao como quiera debe cumplir ese trabajo o padecer la condena de siempre recomenzar: cortar una cabeza y parir dos más, rasgar el muro hasta que la grieta se ahonde y acabe por herirlo fatalmente. Y antes de enfrentar para destruir, tienen que ver el modo de sobrevivir, de resistir. Así que tal vez algo ayude el preguntar por el origen. Tanto de quien enfrente como de lo que es enfrentado. Así que hay que huellear a la Hidra, seguirle el rastro, a conocerle sus modos, sus tiempos, sus lugares, su historia, su genealogía (ezln, 2015a: 282).

    La leyenda cuenta que al llegar al pantano donde estaba la hidra, Hércules se cubrió boca y nariz con un paño para protegerse de la respiración venenosa. Hércules tiró flechas de fuego para sacar a la bestia de su guarida. La enfrentaba, pero todo resultaba infructuoso. Cuando Hércules se dio cuenta de que él solo no podría derrotar a la bestia, pidió ayuda a su sobrino, y éste le propuso quemarle los cuellos para impedir que crecieran nuevas cabezas. De esta manera, a partir de un principio de inteligencia distribuida y acción cooperativa, mientras Hércules cortaba cada cabeza, el sobrino las quemaba de una en una hasta terminar con la última, llamada “la inmortal”, la cual aplastó con una gran roca que encontró en el camino.

    En concordancia con la narratología zapatista, el mito griego cuenta que la derrota de la hidra (capitalismo) es una empresa que solamente podrá conseguirse de forma: 1) colectiva; 2) organizada; 3) estratégica (un plan propuesto por el sobrino) y 4) táctica (aprovechamiento de recursos y condiciones inesperadas, como la roca encontrada).

    A pesar del lenguaje secular, es posible identificar una construcción mítico-religiosa donde el mal se encarna en el capitalismo y el mal gobierno de México. Parece haber elementos para considerar el periplo zapatista como una épica que intenta trascender la búsqueda de la sola justicia material.

    La lucha contra la hidra sigue y “ha desatado su propia tormenta”. Se habla de una tormenta que se experimenta como crisis del capitalismo global y como crisis planetaria. Las crisis se enmarcan en lo que se enuncia como la iv Guerra Mundial, una nominación que renombra y resignifica las coordenadas espaciotemporales y que, al nombrarse de forma novedosa, interpelan afectos, creencias y posicionamientos políticos.

    Los textos constantemente recurren a neologismos y al renombramiento como recurso significante mientras se lee. Queda explícito el posicionamiento zapatista “abajo y a la izquierda”, sin que eso quiera decir en absoluto “izquierda tradicional” y sin que “abajo” deje fuera a intelectuales, académicos, científicos, clases medias, etcétera.

    Las parábolas10 y fábulas11 son ampliamente usadas. Estos géneros narrativos son reformulados con los usos de final abierto, pregunta incómoda, ironía provocadora o mordacidad reivindicativa en voz del si Galeano, cuyo uso del humor, la ironía, la ambigüación y la emotividad mereció un análisis completo a fin de comprender la estructuración discursiva del corpus.

    Los textos llaman a la integración y organización de las fuerzas políticas a escala internacional. El ezln llama a la acción (presente) como única salida para enfrentar la tormenta que ya ocurre; pero que arreciará en la “tormenta que viene” (futuro). La interpelación a ese futuro se hace al principio de los textos con una abundante referencia al pasado y a los muertos (al tomar sus nombres como recordatorio) que “siguen hablando” mediante la remembranza de sus acciones.

    El zapatismo es “una organización indígena y no indígena”, afirma el si Galeano, por lo tanto, su discurso es uno abierto “formado en” y “dirigido a” las mujeres y los hombres de todo el mundo.

    En el corpus se recapitulan también episodios significativos de la lucha armada del zapatismo, a veces contados desde la rabia y el dolor, y en ocasiones con desenfado y sentido del humor. Se articulan narraciones épicas de los “más pequeños”, los marginados y los explotados que se intercalan a las dificultades que –humorísticamente revela el Sup– suceden a quienes, siendo de ciudad, se mueven entre la selva para apostarse en medio de una balacera.

    El si Moisés apela a la construcción de una memoria social con un sentido recuento de las condiciones de miseria y humillación en las que vivían las etnias indígenas chiapanecas y de cómo fueron despojados de sus tierras, primero por los finqueros y luego con la reforma al Artículo 27 que privatizó los ejidos. Estas condiciones de injusticia, extendidas por prolongados periodos históricos, dan cuenta de 500 años de injusticia y explotación, concatenando la localidad y la proximidad histórica a un campo espaciotemporal amplio que en el corpus se remonta hasta el colonizaje europeo en América.

    Los Acuerdos de San Andrés Larráinzar son citados como la primera traición del mal gobierno luego del levantamiento en 1994. Se expresa el fracaso por el diálogo y el repliegue zapatista para refundar al mundo. Uno en donde “quepan muchos mundos” y cuya autonomía sea operada en un sistema en donde “el pueblo mande y el gobierno obedezca” a través de lo que llamaron Juntas de Buen Gobierno (jbg). En este contexto se describen las condiciones de una nueva comunidad imaginada por el zapatismo que se hace manifiesta en los Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas (marez) y los Caracoles que los contienen.

    Hay pues, en estos textos, una descripción de la Utopística Zapatista, de sus logros y sus fracasos, de sus dificultades y de cómo se ha ido solucionado lo que la realidad va presentando.

    Los zapatistas revelan que la suya es una lucha que también se libra en el interior y que a veces va en contra de los mismos “usos y costumbres”. Podríamos ejemplificar esta lucha en la prohibición “del trago” en los territorios zapatistas, o en otros asuntos transversales al discurso zapatista, como la emancipación de las mujeres.

    El zapatismo acude a una imagen sugestiva pues lleva implícito el cruce espaciotemporal: la grieta en el muro. Una grieta que es indicio de una crisis, de un resquebrajamiento sistémico que, sin embargo, sólo puede ocurrir en una temporalidad amplia, paciente.12 Los esfuerzos zapatistas son resumidos como un “empecinamiento porque la grieta crezca, porque no se cierre”.

    El pensamiento crítico frente a la hidra capitalista

    A fin de ver la grieta, para acercarse a ella, para poder ensancharla, el si Galeano discurre sobre una aproximación heurística denominada pensamiento crítico.

    El si Galeano destaca la urgencia de generar pensamiento colectivo para poder vigilar las cabezas de la hidra. El pensamiento crítico se articula con diálogo, con preguntas, y se trata, de acuerdo con el zapatismo, de un emprendimiento colectivo.

    La iv Guerra Mundial (ezln, 2015a: 42), dicen los zapatistas, es la guerra librada por parte de los intereses financieros privados por controlar el mundo. El capitalismo ha mutado del productivismo a la financiarización, lo que ha significado la prevalencia de la especulación sobre el comercio mundial; el “mercado de futuros” como arena objetivada de recursos que aún no existen; y la emisión de moneda sin respaldo alguno. La fetichización (mercantilización) y precarización del futuro hasta su aniquilamiento son dos de las consecuencias temporales de esta embestida económica.

    La hidra y la tormenta que viene llevan implícita una conformidad dialéctica. Son crisis y aviso de ruptura; son condiciones de injusticia y anuncio de las luchas y resistencias por superarlas. “El sistema va a colapsarse, de ese colapso pueden surgir dos opciones. Bueno, nosotros decimos que pueden ser más de dos, pero ése no es el tema ahora” (ezln, 2015a: 258). Que el sistema se vaya a colapsar es una afirmación parecida a la vieja profecía incumplida del marxismo. El problema es que ya hay indicios de que antes de que el sistema colapse, la gente y el planeta lo harán primero. La Distopística que anuncia el zapatismo apunta al resquebrajamiento del sistema capitalista y al resquebrajamiento del equilibrio ecológico planetario, el segundo, con mucho, se vuelve un asunto intensificador de “lo urgente” y “lo irreversible”.

    La tormenta que viene ya da sus “primeros goterones”. La distopía se vuelve Distopística, como hacen patente problemáticas en cuatro grandes hilos narrativos encontrados en los textos del corpus y en los estudios contextuales: 1) precarización y empobrecimiento creciente de grandes poblaciones en el mundo; 2) creciente violencia, marginación y polarización social producto del ensanchamiento de las brechas de desigualdad económica y de conocimiento; 3) un aumento del extractivismo capitalista en la modalidad de financiarización, y 4) una aceleración del desequilibrio ecológico del planeta.

    El desequilibrio ecosistémico del planeta, enunciado bajo la formulación frástica descomplejizadora de una sinécdoque: calentamiento global, comporta un tipo de “realidad” naturalizada, ocultada, minimizada o “desactivada” al formularse de manera polarizada, ética y políticamente. La polarización (maniqueísmo, exageración o minimización) conduce a la inmovilidad por dos vías: 1) una supuesta inefectividad de cualquier tipo de acción ante la enormidad del problema; o 2) negacionismo: el problema “no existe” o es tan mínimo que “no amerita” ningún tipo de acción.

    Juan Villoro, en el capítulo titulado “La duración de la impaciencia” (ezln, 2015a), lanza la pregunta sobre la época a la que pertenecemos. Desde el punto de vista geológico, estamos en el holoceno, aunque hay una designación a la que Villoro acude para enfatizar nuestra responsabilidad: antropoceno. (ezln, 2015a: 16). La estrategia discursiva de nominación, en este caso, pretende incorporar una dimensión crítica al tiempo que vivimos. Holoceno es una denominación neutra en contrapartida a antropoceno, que señala cómo la raza humana ha alterado de tal suerte la biósfera que se encuentra al punto del colapso.

    Por otro lado, esta época, afirma Villoro, es una sin dirección y, además, acelerada. La plantea bajo la metáfora de una locomotora. Afirma que el imperio del consumo constituye el cuerpo de la hidra capitalista (ezln, 2015a: 17).

    Villoro destaca la metáfora de la locomotora para representar el progreso y sus características de consumo y aceleración. La locomotora sin dirección (sin construcción de sentido) es también la locomotora en la que “unos viajan”, y otros solamente “la ven pasar”. Aquí conviene hacer un alto, para exponer que, si bien hay tiempos subsumidos en otros, también los hay como mecanismos de exclusión. Hay tiempos que quedan “fuera”, ajenos a los procesos y dinámicas de la modernidad. El tiempo como progreso también es el “contenedor” (como sistema ordenador de las correlaciones de poder) de quienes están en la locomotora, por voluntad
    propia o no.

    Símbolo de la modernidad y la rapidez, la locomotora empequeñece los territorios al llevar mercancías y mensajes de norte a sur y de este a oeste. Las estaciones son los puntos de llegada y referencia de los pujantes centros económicos. Los pasajeros viajan (aunque menos que los bienes y servicios, como se puede observar en la liberación de aranceles pero en el recrudecimiento de los obstáculos fronterizos para la movilidad humana), y viajan las mercancías dando la ilusión de disponibilidad perenne, comienzan las rupturas de los ciclos y se desanudan las coordenadas espacio-temporales.

    Símbolo de poder –en el sentido de potencia-fuerza–, la locomotora avanza desplegando la sensación de imbatibilidad, mientras en su interior “los abajos” del mundo incesantemente palean carbón para hacerla andar a un ritmo constante, agotador, inhumano. Deshumanización de unos para el exceso de las elites.

    Desigualdad, empobrecimiento, violencia e injusticia

    La modernidad y su noción de progreso no es de todos ni para todos, como se asienta en los índices de empobrecimiento y desigualdad económica:

    Oxfam reveló en el 2014 que 85 personas alrededor del mundo poseen la misma riqueza que la mitad de la población mundial. Para enero del 2015, el número se había reducido a 80… Nuestro país está inmerso en un ciclo vicioso de desigualdad, falta de crecimiento económico y pobreza. Siendo la decimocuarta economía del mundo, hay 53.3 millones de personas viviendo la pobreza… Así, mientras el pib per cápita crece a menos del 1% anual, la fortuna de los 16 mexicanos más ricos se multiplica por cinco (500%). …México está dentro del 25% de los países con mayores niveles de desigualdad en el mundo (Esquivel, 2015: 5).

    Según se expone en el corpus, el sistema neoliberal ha desencadenado un proceso gradual de pauperización y desigualdad económica y buena parte de este fenómeno se explica en la contemporaneidad, debido a una creciente mutación del capitalismo hacia la financiarización: “Ahora el capital financiero usa dinero ficticio sin respaldo alguno. Exige ganancia obtenida por diversos métodos. Uno es la apropiación del trabajo futuro, que queda empeñado en los bancos” (ezln, 2015a: 322). La apropiación del futuro (trabajo o bienes que aún no existen) es la base de la guerra capitalista actual. A propósito de este futuro en riesgo, los zapatistas advierten: “Más crédito no significa mejor vida, significa empeñar el futuro por generaciones” (ezln, 2015a: 323). Y continúan, a propósito de este riesgo: “Bajo esta lógica del capital, las naciones pondrán como garantía sus recursos naturales”. (ezln, 2015a: 323). El futuro está cancelado, comprometido en los bienes naturales disponibles en los países. El si Moisés no duda sobre el futuro: “Está cabrón la situación… Se va a poner peor” (ezln, 2015a: 341).

    A esta nueva transformación la denominamos “la unificación financiera del mundo” (ezln, 2015b: 30). Nueva característica del capitalismo en la contemporaneidad. El capital financiero por encima del capital productivo ha trastocado los ciclos de producción, los naturales y el ascenso de las crisis.

    El capitalismo industrial y el extractivista se han “financiarizado” al especular el valor de recursos naturales o mercancías existentes o imaginadas, presentes o futuras, sin reparar en el trabajo o el conocimiento depositado en la producción (cuando hay ésta). Por vía de una creciente financiarización, el capitalismo ha logrado lo impensado: retrotraer el futuro para procesarlo y venderlo.

    En la configuración zapatista, el tiempo que se construye desde la dignidad llanamente es vida, y la vida es tiempo. No en pocas ocasiones, al abordar problemáticas como justicia laboral, sueldos, educación, etc., se pierde de vista lo importante: la vivencia, el uso y administración del tiempo de vida de los sujetos y de las sociedades.

    “El no ser social vive en un estado de sitio y de excepción, es el tiempo y el espacio de las poblaciones que se construyen en el imaginario como sobrantes” (ezln, 2015c: 90). “El no ser” como oposición al ciudadano reconocido por el Estado. Grandes poblaciones son aniquiladas o domeñadas, tratadas como waste en el sistema capitalista. Cuando las vidas de “los abajos” de México y el mundo –dicho al modo zapatista– son tratadas indignamente o incluso siendo erradicadas mediante estrategias de violencia sistematizada, se establece un entramado de injusticias que dividen a los ciudadanos en ciudadanos de primera, de segunda y los reducidos a la categoría de desecho. El sin futuro se hace patente en la violencia que no sólo erradica la vida, sino en el abuso del poder desmedido que se instala en la necropolítica y el terror como estrategias de sometimiento. “Manera de describir nuestros tiempos: hoy ya estamos muertos, sólo falta que nos maten” (ezln, 2015c: 134).

    El zapatismo tiene como enclave la dignidad, para de ahí buscar condiciones de justicia en la vida de las personas. La dignidad no puede esperar, y su reclamo se actualiza inmediatamente en el “¡Ya basta!”. El futuro se retrae ante la inmediatez de una indignidad intolerable. Una retrotracción distinta a la operada por la fetichización capitalista. La narrativa temporal zapatista se opone a la narrativa capitalista en el sentido de que el tiempo no es dinero. El futuro no es objeto de transacción como sucede en los acuerdos de préstamos, deudas e intereses en el sistema capitalista y financiero.

    El tiempo de vida no se puede reducir exclusivamente a jornadas laborales productivas y tiempo de ocio (que se convierte en tiempo como extensión del trabajo o en tiempo dedicado para el consumo). Además, el tiempo laboral se ha complejizado. En absoluto se trata de procesos lineales o fácilmente delimitados. En la contemporaneidad, la generación y adquisición de ideas y conocimientos forma parte de procesos temporales continuos y de un complejo cruce de diferentes agentes, instituciones, campos y capitales.

    “Los trabajadores enfrentan día a día una mayor explotación y despojo, es decir, mayor pobreza. Cada día laboran más intensamente y más tiempo; hoy un trabajador en 7 minutos genera su salario” (ezln, 2015b: 47). A la par que se incrementa la incorporación de conocimientos para la producción, se incrementa la explotación en una desigualdad temporal (no se valora el tiempo de adquisición del conocimiento), lo que se concreta en una creciente desigualdad económica.

    La desigualdad de conocimiento se acrecienta al mismo ritmo que se desarrolla la tecnología (codificándose además en sus accesos y restricciones) y se realizan nuevos descubrimientos, porque los zapatistas advierten que “la tormenta que se avecina no es producto de la barbarie sino del… progreso” (ezln, 2015b: 47). El progreso apalancado en la acumulación desigual de conocimiento:

    La desigualdad de los saberes es aún más grande que la de las riquezas… [se verifica] un ascenso de la ignorancia y una profundización de la brecha entre aquellos que poseen conocimientos (cierto tipo de saberes, como los científicos) y aquellos que no los poseen… es más probable que globalmente la aristocracia del saber y la aristocracia del dinero se desarrollen en paralelo… Utopía lóbrega, que sólo puede combatirse con una utopía de la educación (Augé, 2015: 114-115).

    ¿Era del conocimiento o era de la ignorancia? Ambas, si se quiere jugar a nombrar “eras”. Por un lado, es fácil corroborar la enorme cantidad de tecnología, conocimientos y sistemas expertos que se producen. Cada vez, quienes tienen acceso a la tecnología, utilizan más sistemas sin tener la menor idea de sus principios de funcionamiento. De modo que paradójicamente crece lo que se conoce (se desea y se compra) y lo que se desconoce (pero que se manipula, consume y desecha), generando una dinámica de dependencia de los productores y dueños del conocimiento. Ni que obviar por qué entonces las narrativas de futuro en la modernidad tardía tienen que ver con una estética del tecnofuturo.

    Menos de diez corporaciones trasnacionales son propietarias de “sistemas expertos de conocimiento” que usa o consume el resto de la humanidad. Ni Latinoamérica ni México pintan en la producción de conocimiento científico o de tecnología, de acuerdo con lo medido en las publicaciones arbitradas o en el registro de patentes, respectivamente.

    Según De la Peza (2013), en los últimos 40 años la inversión del gobierno mexicano en la producción y generación de ciencia y tecnología ronda una media de 0.4% del pib. Países como Suecia, Japón, Estados Unidos, Corea, Alemania y Francia invierten entre 2 y 5 por ciento de sus respectivos pib en este rubro.

    En países como el nuestro, el progreso capitalista, más que una utopía en vías de realización, es una especie de ensoñación de un grupo minoritario, un mito al que, a pesar de ser fallido, se aspira a acceder.

    ¿Es posible que la duración tenga un límite? Se diría que, al modo del holoceno, su transcurrir compite con la eternidad. Sin embargo, desde el 1º de enero de 1994 sabemos que el tiempo puede replantearse (ezln, 2015b: 18).

    La lucha revolucionaria del ezlnes fundamentalmente un replanteamiento de los tiempos. Un aviso, una ruptura. El 1º de enero de 1994 es una fecha que quiso el gobierno mexicano marcar como la entrada del país a la modernidad, pero que pone de manifiesto otra temporalidad, de acuerdo con el discurso del zapatismo: la de la digna rabia, la de los alzados que no han sido tomados en cuenta. Los datos revelan sin ninguna duda o matiz que hay rezago, acumulación de violencias y olvidos sistemáticamente administrados. La duración tiene límites, y como se ha analizado ya, en el zapatismo se argumenta que es mediante la conciencia y particularmente el pensamiento crítico que es posible replantear la direccionalidad del tiempo. El límite se marca en el “¡Ya basta!” zapatista, pero también en las evidencias de un inminente colapso ecológico global.

    ¿Hemos llegado al punto de no retorno (Sartori & Mazzoleni, 2003) con respecto al sobrepoblamiento, al calentamiento global, la producción de residuos, la escasez de agua potable, la contaminación de mares, la degradación de los suelos y el avance de la desertificación?

    “La Tierra está dando señales inequívocas de estrés generalizado. Hay límites que no se pueden sobrepasar”, señala el filósofo y ambientalista Leonardo Boff (2009). Boff cita el llamado de alerta del Secretario de la onu, Ban-Ki-Moon, quien advirtió en el 2009 que contaríamos con unos diez años para sortear una catástrofe ecológica planetaria. Boff expone que estamos alcanzando ya “los límites del planeta”. Afirma que varios ecosistemas de la tierra están llegando al punto de no retorno en referencia a la desertificación, la fusión de los cascos polares y del Himalaya, y a una creciente acidez de los océanos. Concluye Boff que no hay técnica ni modelo económico que garantice la sostenibilidad del proyecto actual. Afirma que lo que ya experimentamos es un fenómeno de “sobrepasamiento y colapso inminente”.

    Entre los discursos ambientales de la contemporaneidad, el discurso científico cobra cada vez más el sesgo adjetival de “científico apocalíptico”, que resulta ser un discurso particularmente alarmante (calificado de alarmista por los negacionistas), pues además de que anuncia un fin de los tiempos (con expresiones como fin de una era, de la especie humana, del antropoceno, etc.), a diferencia del discurso mítico-religioso de la premodernidad, este discurso lo hace a partir de evidencia científica y de la especulación racional, que permite la modelización de sistemas complejos de variables socioambientales.

    En la contemporaneidad, el discurso científico acotado a la formulación argumentativa de 1) la evidencia y 2) la racionalidad ha resultado insuficiente para influir en la toma de decisiones a gran escala, debido al peso del poder financiero de las grandes corporaciones que han incidido en la actuación económica y política de los Estados y de los órganos internacionales con estrategias como la creación y financiamiento de think tanks ad hoc, ocultamiento de información y prácticas (legales e ilegales) de lobbying en los parlamentos y congresos, sobre todo de los países poderosos.

    Otra de las razones de la impotencia científica para la acción política (entendida aquí desde el enfoque bourdeliano de una incapacidad de conversión de capital científico en capital político) es un aparente desfase entre el lenguaje estadístico, matemático y especializado, y el sentido –y motivaciones– que esto encuentra en los actores sociales individuales, colectivos, instituciones y ong. Aunque, en contrapartida, es posible verificar recientemente un creciente discurso científico que apela al pathos (afectos, sentimientos, miedos, motivaciones) en boca de los propios científicos.

    El manejo y la conservación de los recursos naturales es un complejo tema que involucra variables del orden biofísico, socioeconómico, cultural y geopolítico. Bajo esta perspectiva interdisciplinar (Stiglitz et al., 2008), a petición del Banco Mundial (bm) y la Organización de las Naciones Unidas (onu), el Millennium Ecosystem Assessment (ma) compuesto por unos 2000 científicos de 95 países, se dio a la tarea de contestar qué había cambiado en “los servicios ambientales”(nótese la narrativa capitalista al enunciar los ecosistemas y elementos naturales como “servicios”) en los últimos 50 años, “cómo había afectado al bienestar humano” (nótese también la perspectiva antropocéntrica) y la prospectiva de esta relación.

    Se partió de una premisa que permea el posicionamiento del bm: considerar los recursos naturales como “servicios de los ecosistemas”, es decir, como beneficios que las personas obtienen y que constituyen el llamado bienestar humano. Estos llamados “servicios” incluyen el aprovisionamiento de alimentos, agua, energía, madera y fibra; servicios de regulación; servicios culturales que proporcionan espacios y paisajes recreativos, estéticos, “espirituales” y de “otros beneficios”; y “servicios de apoyo” tales como la formación del suelo y la fotosíntesis.

    La conceptualización de “servicio” (renovable y no renovable) presupone “un proveedor” (el ecosistema o red de estos), “un usuario” (quien tiene poder y recursos para acceder a los “bienes” del proveedor) y “un precio” de uso o consumo, que bajo ciertas metodologías (usualmente sesgadas, como por ejemplo con los costes derivados, la deslocalización o la especulación en el mercado de futuros, etc.) se le adjudica uno o varios tipos de valor: monetario, cultural, político… Si bien el posicionamiento político, ético, económico y cultural del bm y la onu es discutible, el estudio ha servido como punto de partida para un análisis global que ha concluido que:

    • 60% de los ecosistemas (15 de 24 analizados) han sido deteriorados.
    • En los últimos 50 años se ha degradado más el medio ambiente que en ningún periodo anterior.
    • Se han aumentado los terrenos para menos tipos de cultivos, lo que ha generado pérdida de biodiversidad.
    • Han aumentado los niveles de bienestar, pero también la desigualdad económica.
    • Las consecuencias de la degradación ambiental pega más a los más pobres, pues “dependen más directamente del medio ambiente”.
    • La extinción de especies es mil veces mayor que las registradas en la historia fósil, y se prevé que aumentará hasta en diez veces más en los próximos 50 años (Stiglitz et al., 2008).

    El análisis reveló que han disminuido la calidad del aire, el acceso al agua potable, los combustibles y la pesca, mientras que han aumentado la producción de alimentos y la acuacultura.

    ¿Es posible otro escenario de futuro para la problemática socioambiental? ¿Se hace necesario un escenario de rebelión cuya premisa sea una redefinición ontológica que reconfigure nuestro lugar en el mundo y al mundo como algo más que un proveedor de servicios y el lugar que habitamos?

    Existe un componente ambiental en la lucha zapatista que es cultural, histórico y significativo. Los zapatistas se autodenominan “hijos de la tierra”, no sus poseedores usuarios o beneficiarios. Afirman que su color –el color de la piel de los pueblos originarios– es “el de la tierra” y que “la tierra es la vida”. Vida que se transfiere no desde un “proveedor o prestador de servicios” sino desde “una madre que alimenta a sus hijos”.

    En el congreso zapatista ConCiencias se repitió que “nadie tiene derecho a dejar una huella contaminante superior a su tiempo de vida”, es decir, se planteó una fórmula temporal básica sobre nuestro impacto ambiental. La tierra y nuestra vida comportan una ecuación de “tijeras temporales”, como diría Blumenberg (2007), es decir, nuestra cronología individual es reducida y muy limitada en relación con el planeta; querer ajustar los ritmos de la naturaleza y de la historia al recuento de una vida individual es una locura, un sinsentido que sin embargo ocurre cuando utilizamos recursos futuros y dejamos un impacto ambiental de cientos de años.

    En las culturas de los pueblos indígenas mesoamericanos y en el zapatismo, la tierra es considerada madre, depositaria de la historia y la memoria; es sujeto de derecho (hay sanciones si se le ataca) y su sentido de propiedad es totalmente distinto de la propiedad privada capitalista. “Y más allá la tierra recibe tarascadas feroces, feroces y ya irremediables. Herida, la madre primera anda a los tumbos, frágil, desamparada, vulnerable” (ezln, 2015a: 232). Están a la vista los daños irreparables del ecosistema global, sin embargo, siguen y se incrementan de acuerdo a las estadísticas los procesos de depredación. La tierra es expuesta aquí como víctima, como un ser indefenso, como un ente violentado por nosotros y el sistema capitalista.

    Para el zapatismo, a la tierra se le habita, se convive con ella, se le respeta, se extrae de ella el alimento pero se le restituye y retribuye. La estancia en ella es “temporal” y los derechos de sucesión sobre la habitación y el uso de las tierras están estrictamente regulados y sujetos a revisión.

    La tierra (la naturaleza o el medio ambiente), desde el zapatismo, lleva imbricado un fuerte componente cultural, pues además de ser territorio y el lugar en donde se tejen las redes de sentido, es el lugar en donde “descansan” –pero también viven y siguen actuando– los muertos (patrimonio, memoria y legado histórico) y en donde germina la vida como “alimento, lucha y dignidad (germina la dignidad allí en donde históricamente se le ha negado a los más pobres y a los pueblos originarios por parte de los poderes hegemónicos)”.

    Desde la perspectiva de los pueblos originarios y del zapatismo, la tierra es un ser vivo y complejo que también posee dignidad, y por tanto es sujeto de derechos que se hacen patentes en las normas y reglamentos instituidos y vigentes en las comunidades autónomas zapatistas (Fernández, 2014). Por ejemplo, se establece que “no está permitido cazar animal alguno si no es para comerlo” y “solamente se permite talar un árbol si se va a utilizar para una necesidad doméstica y no para la venta. De talarse por una necesidad justificada, deben sembrarse dos” (Fernández, 2014: 465). Estos pequeños ejemplos son vestigios culturales que se oponen a la conceptualización de la naturaleza como sistema de “recursos” que pueden tazarse y gestionarse desde la monetarización o el valor de uso.

    La dignidad es planteada desde el zapatismo –pero también desde otros grupos altermundistas– como un proceso de desobjetivación (descosificación) del ser humano, es decir, de la emancipación de la configuración ontológica que le reduce a una máquina de producir y comprar en que lo ha convertido la lógica productivista y de consumo del capitalismo.

    “Probablemente ésta sea la última oportunidad histórica para liberar al planeta Tierra de la barbarie y la muerte” (ezln, 2015c: 342). Nos encontramos pues, de acuerdo con el zapatismo, en un momento crítico sin precedente en la historia.

    Conclusiones

    La configuración temporal zapatista se articula como un conjunto híbrido (constructo y sustrato de distintas temporalidades históricas y culturales), complejo y emergente (novedoso, en construcción, incierto, inacabado) de representaciones, prácticas y sentidos de organización social, cuya base es, según su discurso, la dignidad humana y la dignidad de la Tierra (el planeta).

    Con base en una reinterpretación histórica, el zapatismo retrotrae el futuro a la práctica presente en la vivencia sin demora de sus aspiraciones y valores sociales sintetizados en la dignidad. El escenario ideal zapatista de organización de las relaciones sociales, al estar en construcción, se hace factible mediante ajustes tácticos, posibilitando la concreción de un imaginario de inclusión, equidad, justicia y libertad. A este proceso táctico se ha denominado, de acuerdo con el concepto planteado por Wallerstein, Utopística.

    A partir de una estructura argumentativa dialéctica y crítica denominada pensamiento crítico, la utopística zapatista plantea una estética (como arreglo del mundo) temporal y una narrativa de futuro opuestas al escenario planteado en las prácticas y narrativas de la temporalidad hegemónica capitalista, inscritas en las alegorías de la hidra y la tormenta que viene, alegorías sintetizadas en el concepto que aquí se ha propuesto como Distopística.

    La configuración temporal zapatista y sus narrativas de futuro (Utopística y Distopística) forman parte de una estética mostrada aquí como el conjunto de expresiones formales que comunican su particular arreglo del mundo pasado, presente y futuro. En el corpus analizado, desde un discurso polifónico, no siempre coherente y hasta contradictorio, el discurso zapatista recoge distintas voces que muestran su pluralidad y un cierto tipo de unidad que no es unívoco, pero sí representativo de las visiones y acciones que lo conforman.

    La distopística es una construcción narrativa articulada a partir de una evaluación seria de las problemáticas presentes e históricas que implica un ejercicio analítico y crítico de los factores que intervienen en la condición fallida de un sistema o constructo social. En el zapatismo, se describe como un imaginario de colapsamiento prospectado racionalmente y que se constata en la evidencia científica y empírica hasta el punto de volverse una cancelación del futuro.

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    Carlos Octavio Núñez Miramontes es doctor en Estudios Científicos Sociales (iteso); maestro en Gestión y Desarrollo de la Cultura (UdeG) y licenciado en Ciencias de la Comunicación (iteso). Becario conacyt (2015-2019). Diplomado en periodismo; diplomado en fotografía publicitaria; estudios sobre Análisis Crítico del Discurso; estudios especializados sobre el tiempo como construcción social; epistemología genética y construcción de objetos de estudio; seminario Dialéctica Materialista de Marx en El Capital; observador de Derechos Humanos por parte del Instituto Frayba en Chiapas. orcid: 0000-0003-4097-6828

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